Madre mía, Flor hermosa,
Virgen de la Soledad,
este pueblo emocionado te saluda
como Reina soberana de Aceuchal
y de Ti lo espera todo,
mediadora universal.

Gloria a Ti Reina del Cielo,
Madre buena de Aceuchal,
Virgen Santa, concebida
sin pecado original.

Esas perlas que en tus ojos
pena tan honda cuajó,
enjugarlas yo quisiera
con mi propio corazón.

Salve, Salve Virgen bella,
Madre de la Soledad,
Esperanza lisonjera
para el más triste mortal.

Ante tu ermita, mas blanca
que la más blanca paloma,
nuestras penas exponemos
remédialas Tú, Soledad.

(María de la Hiz Flores «Mahiflor»)

Silencio pueblo cristiano
que ya viene el Redentor
con la Santa Cruz a cuestas
lleno de polvo y sudor (bis)
por librarnos del pecado.

Contempla pueblo cristiano
que Pilatos, fue juez injusto
teniendo el poder humano,
condena a muerte al más justo (bis)
Jesús Señor soberano.

El mundo quedó pasmado
se llenó el cielo de asombro
contemplando a Dios cargado
con la cruz sobre sus hombros (bis)
por librarnos del pecado.

Con el pérfido deseo,
que no muera en el camino
buscan aquel Cirineo
que ayude a llevar la cruz (bis)
a nuestro Jesús Divino.

Lleno de angustia y dolor,
entre bárbaros sayones,
va a morir por nuestro amor,
en medio de dos ladrones (bis)
nuestro amado Redentor.

Penetrado de dolor
al vernos tan fatigado
aquí os tengo Señor,
este lienzo preparado (bis)
en que os limpie el sudor.

Si al hijo de Dios amado
buscáis discípulos fieles
miradlo aquí ensangrentado
lleno de heridas crueles (bis)
cual un malhechor atado.

Avisar con que presteza
llegue la madre afligida
para mirar la fineza
de Jesús que vuelve a vida (bis)
la muerte a naturaleza.

Virgen piadosa y clemente,
si buscáis a vuestro amado,
Hombre-Dios omnipotente,
en este lienzo estampado (bis)
su rostro ofrezco clemente.

Soldados que con vigor
con crueldad y valentía
custodiáis al Redentor
dejar venir a María (bis)
a el objeto de su amor.

Permitidle que le abrace,
y mitigue su dolor,
que en tan larga despedida,
tan larga separación (bis)
se queda muy afligida.

Almas devotas mirad
a cuanto llega el dolor
que no se pueden hablar
y con sólo corazón (bis)
manifiestan su pesar.

Pueblo mira a Jesús,
triste, pálido y afligido
bajo el peso de la Cruz,
de su Madre va seguido (bis)
Pueblo, acompáñale tú.

Aceuchal mi pueblo amado,
Tu nombre quiero cantar,
Aceuchal mi cuna santa,
Contigo quiero soñar.
Aceuchal, cuando me muera,
Tu Virgen quiero besar.

Aceuchal tierra de barros
Tesoro de Extremadura,
rubia de trigos sabrosos,
tierra parda, recia y dura
con olivos legendarios
que soñando en sus llanuras
van diciendo romancillos
a la gracia de las uvas.

Aceuchal tierra de fé,
Rústica, fuerte, maciza
como la torre cuadrada
fortaleza en otro día
de templarios caballeros
que heroicos daban sus vidas
legándonos el valor
como fecunda semilla.

Aceuchal tierra de fé,
rústica, fuerte maciza
como la torre cuadrada
fortaleza en otro día.

(María de la Hiz Flores «Mahizflor»)

Esta poesía te dedico
Virgen de la Soledad,
te la dedico en mi nombre
y en el de todo Aceuchal.

Eres la Virgen mas guapa
que existe en Extremadura,
por eso, a ti, los piporros
te queremos con locura.

Con la cara tan bonita
no se encuentra otra igual
en toda Extremadura
sólo aquí, en Aceuchal.

Con la cara tan bonita,
con esa pena en tu rostro,
por eso te veneramos
este pueblo de piporros.

Aunque yo no soy piporra,
mis raíces son de aquí
y Soledad es la Virgen
del pueblo donde nací.

En Aldea de Retamal,
donde nací y me crié,
allí es la misma Patrona
que yo de niña adoré.

En el año ochenta y seis,
el treinta y uno de mayo,
ese día fué muy grande
porque a Tí te coronaron.

El día que te coronaron,
Virgen de la Soledad,
recibió mucha alegría
todo el pueblo de Aceuchal.

Todos los días vengo a tu ermita
y jamás te encuentro sola,
porque, a Ti, Virgen bendita,
todo el pueblo te adora.

Y cuando llega el verano,
los emigrantes,
jamás se van del pueblo
sin visitarte.

En camiones y coches,
todos llevamos tu retrato,
¡Virgen de la Soledad,
cúbrenos con tu manto!.

Yo te pido para todos
salud y mucha bondad,
paz para todo el mundo
Virgen de la Soledad.

Si la poesía no os gusta,
al pueblo pido perdón.
La hice para la Virgen,
sacada del corazón.

Clara Guerrero Muñoz

Por las calles de Sevilla
-toque el alba, quedo, quedo –
andaba un cebollinero,
vendiendo cebollinos
para ganarse el dinero
-toque el alba, quedo, quedo-,
para ganarse el dinero.
Llegó an cá una casadita
casada de poco tiempo.
-Casada ¿me das posada
por Dios o por el dinero?
-Estoy recién casadita
y dar por posada no puedo.
Ni que quiso, ni que no,
dentro entró el cebollinero.
Abiaron de cenar
dos perdices y un conejo.
Ella comió las perdices
y él se ha comido el conejo.
Arroparon la candela
y hacia la cama se fueron,
y él plantó sus cebollinos
en lo más hondo del huerto.
Y a eso de los nueve meses
dio fruto el cebollinero.
Lo fueron a bautizar
a la pila de San Pedro
y por nombre le pusieron
hijo del cebollinero.
Y aquí se acabó el cantar
del cebollinero nuevo.

Morito, si vas a caza
al monte de Andalucía,
sea reina o sea princesa
me traes una cautiva.
Salió la reina de Flores
con el Conde de la Oliva
a cumplir una promesa
a Santiago de Galicia.
Los moros hicieron fuego,
mataron al Conde Oliva
y a la señora condesa
se la llevaron cautiva.

Aquí te traemos, mora,
traemos una cautiva.

Deja pasa’a esa señora,
deja pasá a esa cautiva:
yo le entregaré mis llaves
de mi casa y mi cocina.

Yo las cogeré, señora,
que es muy grande mi desdicha:
ayer fui ama de palacio,
hoy lo soy de la cocina.
La princesa, embarazada;
lo mismo está la cautiva.
Para ahorrar conversación:
ambas dan a luz un día.
La princesa tuvo un niño
y la cautiva una niña.
La tuna de la comadre
cambio con los niño’hacia:
a la cautiva dio el niño
y a la princesa, la niña.
Estando un día vistiendo
la princesa a la su niña
esta copla le cantaba
y esta copla le decía:
¡Hija de mi corazón,
hija de toda mi vida,
si estuvieras en mi tierra,
qué bautizo no te haría;
cuántos duques y marquesas
te llevarían a la pila
y de nombre te pusiera
Blancaflor de Alejandría,
que así se llama mi madre
y una hermana que tenía!.
La cautiva exhaló un grito
y se marchó a la cocina.
¿Qué le cantas tú, señora,
qué le cantas a tu niña?
Vuelve a cantar esa copla,
que esa copla quiero oírla.